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La Guía de la Chusma

Dicen los estudiosos del idioma que la palabra chusma viene de la palabra ciüsma, del genovés (un dialecto hablado en Génoa, Italia), que la usaban para nombrar a los remeros de una embarcación. Y como esos pobres güeyes generalmente eran esclavos, no tenían educación, nunca se bañaban y de plano olían a sobaco de cebollero, pues entonces la palabrita se empezó también a usar para referirse a la gente sucia, irrespetuosa, sin educación, y sin consideración por los demás.

Así, llegamos al presente y hoy le mostramos a uno de los miembros más ilustres de esta guía, El Chusmacho.

Miembro clásico de la chusma,  El Chusmacho es el típico fanfarrón de pirrín chiquito que nomás le gusta presumir porque por dentro es más inseguro que un mojarra en el hospital. Sin embargo se las da de muy acá, de muy picudo,  como si fuera gallo que en cualquier gallinero canta. Este espécimen de la fauna Chusma suele, en general, ser buen chambeador, pero toda la lana que produce, se la gasta en sí mismo y en su troca o SUV.  A su vehículo lo trata mejor que a su mujer y a sus hijos. Lo trae con rines, llantotones, cromo, equipo de sonido y cualquier otra mamadita que esté de moda para los carros. Además, el Chusmacho le pone atención especial a su imagen personal, y aunque sea fodongo o panzón y parezca tamal mal amarrado, siempre anda con ropita de lux, botas chidas, relojazo, cadenas que ni de oro son, pero apantallan, el teléfono más moderno, y bueno, pareciera que quieren lucir como muñeco de mostrador. Pero la realidad es otra. Basta echarle un ojo a su gallinero para reconocer que el güey es un guevón egoísta que mantiene a su casa como una pocilga llena de sus chamacos mal alimentados y mal vestidos. Estos niños si apenas lo reconocen como su padre porque nunca lo ven. A su mujer la tiene abandonada y sin dinero en la casa, cuidando de la camada de niños y a punto de tener al decimo chamaco. Sin embargo, nuestro amigo nunca está en casa con la excusa de que trabaja tarde, pero la neta es se va de parranda con sus cuates y una que otra amiga de arrimón. El Chusmacho es chusma pero de a de veras. Tanto egoísmo e indiferencia a los problemas de otros lo ponen entre los ejemplos top de lo que no hay que ser. Estos batos se sienten de la alta,  pero la neta es que son tan rascuaches como los políticos racistas.  Así que si ves alguno por ahí,  aguas que se te puede pegar la chusmería.  Mejor, ponle atención a Doña Florinda y ¡no te juntes con la chusma!

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